lunes, 28 de mayo de 2007

El mundo contra mí

El mundo contra mí. La mina era gordita y estaba enamorada del amigo que era Pablo Rago (si mal no recuerdo). Una mierda. Pero seguro que me sentí identificada con la feucha enamorada del amigo que no la registraba. O sea, sí, amigos, reamigos si querés, pero sesualmente no te registro. La historia de mi vida. Igual, no iba a hablar de eso. Porque, al fin y al cabo, esa no es la única manera en la que el mundo está en contra mío. Y para muestra basta un amplio collar de botones.

Hace 15 días que me siento como el orto. No sirvo para nada. No puedo hacer nada. Todo empezó con 7-4 de presión, algo que no es del todo anormal en mí. Pensé que el dolor de cabeza, los mareos y el cansancio se debían a eso. Pero cuando no cesaban empecé a creer que la causa era otra. Como tengo bastante de Woody Allen, ya me veía en neurocirugía. Al intentar comprar Efortil y caer en la cuenta de que ya no se fabrica, el farmacéutico sugiere ver con urgencia un cardiólogo: la baja presión puede deberse a un problema cardiológico. El cardiólogo dice que en ese área todo está bien, y receta Total Magnesiano. Pero el insoportable y constante dolor de cabeza, cuello y espalda continúa. Entonces, a ver al clínico. Apoya un dedo en el hombro y dictamina que se trata de una contractura más grande que una casa. Derecho al consultorio de al lado, con el kinesiólogo, y a tomar diclofenac. Al día siguiente me siento una persona nueva. Felicidad feliz. Pero al otro día el diclofenac ataca el estómago y me siento fatal de nuevo. Además, me duele la garganta. A todo esto, el viernes (único día en que me sentí bien) intenté ver La Castidad, que terminaba en domingo: era feriado y estaba cerrado. El sábado, post shopping, un nuevo intento: había que esperar hasta las 15:40, no llegaba al kinesiólogo. Reservamos turno para el domingo. Sábado a la noche, cumpleaños de mi hermana en mi casa. Cocinando a cuatro manos. Para cuando se van ya tengo 37.5 de fiebre. Un rato más tarde son 39. Deliro. No sé muy bien cuáles habrán sido las candentes revelaciones. A la madrugada llegan de emergencias. Ibuprofeno, amoxidal, nebulizaciones. Claro, el cuello y la espalda iban a joder aún más con esto de la fiebre. Cuando la angustia de los 39 empieza a calmarse a fuerza de paños de agua helada, sólo puedo pensar en La Castidad. Nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Hay boludeces que se repiten de generación en generación y que al final son sabias. Nada que hacer. Me lo perdí y la concha de la prima de alguien que no me banque. Los amigos intentan calmarme con las mismas ofertas y sugerencias: “mirá Tatuado”, “el viernes vamos a ver Los mansos”. No sirve. Me perdí La castidad y lareconchadelalora.

Admito lo inadmisible y sigo adelante. Por lo menos ya no tengo fiebre y casi no me duele la garganta. Eso sí, ni un hilo de voz. Nada. Afónica 100 %. Grito por dentro.

Mi padre se ofrece a ir al videoclub. Le pido dos pero es domingo y no hay ninguna. Me apresto a ver Luna de Avellaneda por Volver. Sí, lo sé, acto kamikaze. Pensé que renegar un rato con la tele me iba a hacer bien. Pero no fue así. Para empezar, no se escuchaba nada, y de lo que se escuchaba no se entendía. Al fin y al cabo, mejor. Total, para las boludeces que decían. No le deseo la muerte a Campanella, porque eso no se hace, y tampoco es para tanto, pero por su propio bien y por el nuestro y por el del cine en general, le deseo un pronto retiro. Jubilación sin privilegios. A él, a Agresti, y a algún que otro nefasto del cine nacional. Nunca ví tanto sentido común y melodramatismo y mala sobreactuación y lugares comunes juntos. Ganas de vomitar. Empacho de cine horrible. Asco de celuloide desaprovechado. Lo más grave es que hay quien paga por ver esto. ¿Y le gusta? En fin, terrible.

Sigo pensando en La Castidad. Y en las 3 notas que tengo que escribir. En el bajón que fue ver 4.48 psicosis. No porque fuera mala, sino porque es muy fuerte, muy pesada, muy jodida, muy dolorosa, muy de ponerte en contacto con tus peores demonios. Y ahora tengo que escribir algo. Seguro me sale fatal (me salió fatal). Prefiero ir al teatro a divertirme (bendita sea Kuala Lumpur), o a hacerme mierda pero relajándome mientras tanto (bienvenidos sean los ajustes y desajustes de los nudos en Los mansos -¡aguante el toshka-toshka sapitaia!). Ajustar y ajustar y ajustar solamente atenta contra mi frágil sanidad mental. Sobre todo un viernes a la noche y mediando entre dos enfermedades.

Ahora estoy en reposo. Miro mi primer temporada de Gilmore Girls (¡¿qué mierda esperan para editar las otras?!) e intento escribir todas las notas que debo. Me duele un poco el cuello. Pienso en que estoy enferma y todavía no me mandé ninguna cagada. Debería declararle intrincadamente mi amor por mail a algún amigo. Lo digo para que el relato sea cíclico, pero también porque es algo que he hecho estando enferma. Amigo mío, te quiero tanto. Después no entiende si me adelanté al 20 de julio o si en realidad le quise tirar un palo. No soy clara ni siquiera para eso. Odio tener mi Pablito Rago. El mundo contra mí.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

A veces hay que tomarse la cosas un poco más a la ligera, dejarlo a Campanella que dirija y a Agresti que haga explotar la casa de Sandra Y Keanu a 50 km/h, no lo digo por conmiseración con ellos, sino para que la pases un poco mejor vos.

Mirate "Recortes de mi vida" muy divertida!

Besos

Anónimo dijo...

no leí todo pero me citaste .oji
y en luna de avellaneda trabaja el hijo de fernandez de rosa q yo una vez lo pisé pobre
tengo fiebre yo ahora
me contagiaste (?)