sábado, 2 de junio de 2007

...

Ser feliz hasta los 23 no está nada mal. Conocer la paz, la mansa alegría de una cotidianidad llena de sonrisas y despreocupación. El sosiego de la inquebrantable presencia del pilar que te sostiene. Esa cosa que mi Noel dio en llamar wonderwall. Reír –o no. Pasar el tiempo. Saber que hay alguien que te conoce de veras, te quiere de veras, te espera de veras cada mañana, cada noche, cada día. Volver a casa y que ese lugar sea un templo de armonía. Mirar una película al son de la música de las mandíbulas masticando pochoclo de microondas, chocolate, gomitas. Compartir todo y compartir los guiños. Chistes para entendidos que alguien entienda (imposible empezar a correr sin disparar un “Corre, Forrest, corre”). Ser feliz. Incluso sin darse cuenta. Uno se acostumbra a la armonía y la da por sentada hasta que algo viene a quebrarla.
Hay quienes escriben con valentía sobre la muerte. Con curiosidad. Con provocación. Con respeto. Hay un consenso en creer que es imposible conocerla, verle la cara, porque una vez que lo hacemos no volvemos. Algo de verdad hay. Aunque yo le veo la cara todos los días. La muerte se presenta ante nosotros no sólo cuando viene a buscarnos. No sé cómo será morirse uno, irse, partir, y no estar más acá (acá, atrás del teclado de la computadora). Pero sé cómo es cuando se mueren las personas que querés. Y es morirte un poco (demasiado). Morirte un poco ese día y un poco cada uno de los días que le siguen. Hasta que parece que ya no queda nada, te secaste del todo, estás acá (atrás de las teclas) pero en realidad no, o tal vez quien está no sos vos. No, claramente se trata de otra persona. Te buscás pero no podés encontrarte. Ya no queda nada de los otros 23 años. Todo es oscuro, árido, áspero, seco. No te odiás porque no tenés la fuerza. Odiás la muerte, eso sí. No la respetás ni la provocás ni te despierta curiosidad y mucho menos respeto. Te persigue, todos los días. Adquiere las formas más variadas, más asquerosas, más maléficas. Temés a lo que viene, no cuando te mueras vos (te cuesta pensar esa muerte), sino cuando la muerte sea la de los otros. Pero le temés aún más al prefacio de la muerte. Cuando el otro se te desliza entre los dedos y vos lo ves irse y no podés hacer nada por retenerlo. Es como si te clavaran puñales uno tras otro tras otro, hasta que es posible ver a través de los agujeros que recubren tu cuerpo.
Y uno quiere vivir todo, pronto, ahora, ya, no hay mañana, la luz se asoma por la ventana quiero salir y respirar el aire fresco y volar y crecer y sentir y hacer y mirar y oler y correr – quieroquelamuertenoimporte.
Quieroquesevayaborrarlahundirlamorderlahacerquemiresucarayseasquee.
Quiero sacarme la careta y ponerme una nueva. No quiero mostrar lo que hay adentro. No quiero incomodar a nadie. Quiero una careta nueva porque esta está gastada y ya se puede espiar para adentro. Quiero no sentir nada y que la piel se ponga dura y fuerte, llena de cayos que ya no duelan; una piel curtida por el sabor horrible del sinsabor (consabor) de la muerte.
Quiero una careta nueva y una piel nueva ahora. Antes que todos crean que estoy loca. O que todos puedan ver en mí todas mis muertes y se den cuenta que no estoy viva, que ya estoy muerta, que me morí un millón de veces.

2 comentarios:

caja_de_zapatos dijo...

guau que fuerte lo que termino de leer. Es curioso porque en estos últimos días fue un tema recurrente, en mi cabeza obvio pero no se porque tenia dudas, preguntas que obviamente no pueden ser resueltas pero en fin...
Te lei, y cada palabra resono en mi cabeza, es dificil escribir sobre la muerte y tambien escribir este comentario, pero me gusta comentar lo que escribis, porque me gusta, aunque no importa.
ahora me quedo pensando un rato más, sisi pienso y bastante aunque no se note y creo que los pensamientos mas profundos nunca tocan la luz para no incomodar a algunos o para no quedar como el doble de tarada, jaj
mejorese doña!

ajsoifer dijo...

Desde que me enteré de qué se trataba la Muerte cuando chico, es un tema que me obsesiona y me persigue.
Estoy resignado a saber que la vida es ese conteo, esa bomba de tiempo que te lleva a morirte y sé que no hay nada que hacer al respecto.
Leí que para el psicoanálisis la vida es elegir la forma en que te gustaría morir y tiene sentido.
Leí también un poco de Sartre y Camus cuando era demasiado chico para leerlos y eso me tocó fuerte.
Pero lo que siempre me angustió más no fue mi propia muerte sino la muerte de los otros, los otros queridos, los otros amados.